El Barça lo pasó mal en la primera mitad. El Alavés les sacó las costuras. Pero cuando peor lo estaban pasando apareció una ayuda arbitral.
Con las victorias del Real Madrid y del Girona, el Barcelona estaba obligado a ganar si no querían marcharse al parón totalmente descolgados. Era el objetivo principal, porque el de las sensaciones era otra historia.
Las derrotas en el Clásico y ante el Shakhtar y la dramática victoria ante la Real Sociedad evidenciaban que el juego culé tiene muchas lagunas y que sólo son capaces de sacar adelante los encuentros con suerte. (Revientan al árbitro del Madrid-Valencia)
Y ante el Alavés no iban a cambiar esas sensaciones. Comenzaron perdiendo desde el minuto 1, con Samu Omorodion destrozando la defensa azulgrana y especialmente a Koundé. Hasta tal punto que Xavi tuvo que intercambiar posiciones entre el francés y Araujo.
El atacante del conjunto vitoriano anotó el primero y falló otras dos muy claras. Pero cuando el partido pero pintaba para el Barça, apareció el colegiado para salvarles. La ayuda de todas las semanas. En esta ocasión fue con una mano de Iñigo Martínez en su área. Si hace un año sí se la pitaban a Asensio para quitarle puntos al Madrid, con los de Xavi existe otro reglamento diferente.
Cambió el partido
Con un Barça atascado y siendo superado, si ese penalti hubiera sido señalado, y marcado, se podría haber hecho cuesta arriba para los de Xavi, que estaban viendo como el Alavés les sacaba las costuras.
Pero si ante la Real Sociedad se comieron el penalti a Oyarzabal, ante los vitorianos se ahorraron el de Íñigo Martínez. Cuatro puntos de regalo para que los culés sigan en la lucha.
En el último segundo, los jugadores del Alavés pedían un penalti por una mano clarísima de Oriol Romeu. Sin embargo, lo anularon por un fuera de juego que la realización no mostró de manera clara, para ayudar al relato culé.