El genio se deja caer de rodillas sobre el césped, se tapa el rostro y llora. Esta vez, por fin, no son lágrimas de tristeza. Esta vez es el llanto del campeón. Es la última imagen de la final más grandiosa, la más soñada, la que vale casi como un Mundial, contra Brasil y en el Maracaná. Es la final que se acaba y corona un acto de justicia con ese número 10 que enseguida queda debajo de una montaña celeste y blanca. Es que todos sus compañeros lo primero que hacen es correr para abrazarlo. Este juego fantástico no podía permitirse que Messi, el mejor, no sea campeón con su selección. Ahí están Leo y Argentina, unidos en una celebración para la memoria.
A Messi los otros jugadores celestes y blancos lo elevan y lo lanzan hacia el cielo una y otra vez. Después, Leo abraza uno por uno a todos con una fuerza y una sonrisa únicas. Abraza a Dibu Martínez, el héroe de los penales contra Colombia, el arquerazo de las dos atajadas de campeón contra Brasil… Abraza a De Paul, la megafigura de la final en toda la cancha, el asistidor, el corredor, el corazón, el juego. ¿Cuánto vale ahora Rodrigo?… Abraza a Fideo Di María, el de la corrida mágica, como Burruchaga en la final de México 86, como Caniggia en Italia 90 contra Brasil… Abraza este Lionel al otro Lionel, a Scaloni, al DT sin experiencia que tuvo temple y conducción, y los dos lloran… Y Messi, grande como es, por supuesto, abraza a su amigo, al 10 rival, al desconsolado Neymar…about:blankPUBLICIDAD
Hasta que llega ese instante especial. Ahí va la Copa América a las manos de ese mágico capitán. Ahí la levanta Messi. Argentina, campeón después de 28 años. Leo campeón, celeste y blanco por primera vez. Es tuya Leo. Vaya si te correspondía este momento, esta alegría.
Bien sudamericana resultó la final, demasiado pensada para recortarle espacios al adversario, trabada, con emociones dosificadas. También con selecciones decididas a hacer sentir el rigor físico, con roces multiplicados: un planchazo madrugador de Fred contra Montiel, un golpe de Otamendi que provocó un orificio en una media a Paquetá, el pantalón roto de Neymar, una barrida de Paredes contra el 10 brasileño que disparó la amarilla del 5 argentino…
De fantasías y acciones que cautiven y se arrimen al gol, casi nada interesante sucedía. Apenas un balón que Richarlison bajó para la entrada frontal de Neymar, frustrada por un buen cierre de Cuti Romero, ese defensor clave que extrañaba Argentina y que a pesar de su lesión le pidió estar a Scaloni.
Tanto músculo y nervio había que Messi lucía por apretar a Casemiro cerca del área argentino o por ir al piso para recuperar. De Leo en modo ofensivo sólo una corrida y un disparo forzado y desviado.
Sin embargo, de repente, en el minuto 21, De Paul salió jugando con libertad, sin presión brasileña. Nadie imaginaba que algo interesante podría pasar, pero el próximo futbolista del Atlético de Madrid vio que Di María le marcaba el pase largo y se la tiró justa, a la espalda de Renán Lodi. Aceleró Fideo, quedó mano a mano con Ederson y la picó por arriba. Una definición sensual, con clase de crack.
Fue una explosión celeste y blanca en medio de un clásico turbulento, tormentoso. Hasta ahí Argentina no había pateado al arco y tampoco había pisado el área brasileña. Marcaba la diferencia Di María, uno de los cinco cambios introducidos por Scaloni con respecto a la semifinal.
Tite sacudió el equipo para el segundo tiempo: Firmino por Fred y Brasil rápido insinuó. Richarlison acertó en una definición, pero le anularon el gol correctamente: estaba en posición adelantada. El mismo Richarlison hizo volar a Dibu Martínez.
Respondió bien Scaloni con los cambios. Antes de ese par de situaciones, puso a Guido Rodríguez, el “5” del Betis, por el amonestado Paredes. Después, sacó a Lo Celso, con amarilla bien reciente por falta a Neymar, e incluyó a Tagliafico, quien se ubicó de lateral, pasando Acuña unos metros más adelante. El 4-4-2 argentino adquiría rasgos más aptos para la contención.
Brasil parecía depender de Neymar, quien sin alcanzar su versión ideal igual seguía generando infracciones y amonestaciones: De Paul se sumó a Paredes y Lo Celso, y a diez minutos del final a ellos se les agregó Otamendi con un golpe sin piedad.
Argentina latía con el partido de la pelea y la resistencia, sin encontrar alguna respuesta de contraataque para exprimir con Messi. Aunque Tite volvía a mover el banco y apostaba a Vinicius, Emerson y Gabigol, Brasil no encontraba claridad y era atrapado por la impotencia en ese contexto de tensión máxima.
El final fue de locos. Dibu Martínez le sacó el empate a Gabigol. Tuvo Messi para liquidarlo tras una contra que él inició y un pase de De Paul, pero se resbaló frente a Ederson. Y volvió el arquero brasileño a responder contra De Paul. Ya no había espacio para más. Argentina, campeón de América. Messi, campeón de América. El fútbol pagaba todas sus deudas con el genio.
Ficha técnica
Argentina-Brasil 1-0
Argentina: Martínez; Montiel, Romero (Pezzella, 78’), Otamendi, Acuña; De Paul, Paredes (Guido Rodríguez, 53’), Lo Celso (Tagliafico, 63’); Di María (Exequiel Palacios, 78’), Messi y Lautaro (Nico González, 78’)
Entrenador: Lionel Scaloni
Brasil: Ederson; Danilo, Marquinhos, Thiago Silva, Lodi (Emerson, 75’); Casemiro, Lucas Paquetá (Gabigol, 75’), Fred (Firmino, 46’); Everton (Vinicius, 63’), Richarlison y Neymar
Entrenador: Tite
Gol: 1-0, Di María (22’).
Espectadores: 7.200 en Maracaná
Árbitro: Ostojich (Uruguay). TA a Fred (2’), Paredes (32’), Lo Celso (50’), De Paul (67’), Lodi (69’), Paquetá (72’), Otamendi (80’) y Montiel (89’)